Lancha Torpedera Colo Colo
Tal vez, el acontecimiento que se narrará sea el más
ignoto de las campañas marítimas que se desarrollaron durante la conflagración bélica
denominada “La Guerra del Pacifico”. Me refiero al hecho que una nave de
guerra perteneciente a la Armada de Chile haya navegado e impuesto la
supremacía nacional, ondeando el pabellón patrio en su asta de popa, en las aguas
del lago Peruano-Boliviano Titicaca.
A la sazón, la escuadra nacional, estaba integrada por una variada gama de buques de diversos tonelajes, algunos de guerra como
los blindados Blanco Encalada y Cochrane las Corbetas O”Higgins, Abtao y
Esmeralda y otros barcos de carácter logísticos como el Matías Cousiño, Rimac y
el Loa entre otros navíos, que permanecieron en el teatro de operaciones de la
zona norte desde el inicio de la campaña marítima con el bloqueo del Puerto de
Antofagasta hasta el retiro del último soldado Chileno de los campos de batalla.
Les cupo una participación destacadísima en las escaramuzas mientras duró el
conflicto.
Integraban también la flota naval, cuatro lanchas torpederas
cuyos nombres fueron: Colo Colo, Fresia, Guacolda y Tucapel. Su tripulación era de dos
oficiales y 25 marineros, poseían dos o tres torpedos del tipo botalón y una
ametralladora marca Hotchkiss empotrada sobre la cubierta.
Estos navíos fueron construidos para Chile por los
astilleros Ingreses Yarrow of Poplar, tenían 12 metros de eslora y estaban reforzadas
en sus proas de tal modo que podía embestir una embarcación de similares características.
Los torpedos a que se hace alusión, consistían en
una pértiga o botalón ensamblado en la proa del navío que sobresalía de la nave
5 a 7 metros, en cuyo extremo portaba una carga explosiva que se activaba
eléctricamente al tomar contacto en la embestida con el buque adversario o
también podía ser alojada bajo la línea de flotación.
Corría el año 1882 y la guerra ya estaba en su ocaso.
El General del Ejercito Peruano Nicolás de Piérola había huido de la ciudad de Lima
dejando el gobierno acéfalo. Este hecho le sirvió para que ingresara victorioso
el General Manuel Baquedano al mando de las huestes nacionales y una vez asentado
el ejército en esa ciudad, le encomendó la honorable misión de restablecer el
orden y la seguridad de sus habitantes, al Batallón “Bulnes” integrado por los Policías
de la ciudad de Santiago.
Mientras tanto, en la sierra Boliviana aún
permanecían diversos grupos de soldados ajenos al término del conflicto, aunque
eran tropas aisladas se enfrentaban duramente con las chilenas y usaban el lago
Titicaca que dividía ambos países,
como medio fluvial de comunicación y de apertrechamiento, como también usaban las
barcas y canoas de paja de los indígenas para huir al interior del lago después
de las escaramuzas.
Fue esta razón entonces, que motivo a la jefatura
de la Armada Nacional para designar al Teniente 1º Ángel Lynch Irving como
comandante de la lancha torpedera Colo-Colo para que, desde el puerto Peruano de
Ilo y junto a los ingenieros navales
chilenos procedieran al desguace de la lancha y las piezas debidamente embaladas
en cajones, fueron transportada en el
ferrocarril hasta el poblado de San Carlos de Puno y una vez en el destino, fue
nuevamente ensamblada y botada en las aguas del lago Titicaca. Su misión fue cortar las líneas de comunicaciones y
aprovisionamiento del ejercito Peruano y Boliviano que aún resistía, así también
en los distintos desplazamientos por el lago, logró neutralizar las
embarcaciones enemigas, navíos que fueron
requisados y entregados al Coronel del Ejército Chileno Diego Duble
Almeyda.
Terminada la confrontación y firmado el armisticio
entre ambos países, la lancha torpedera Colo-Colo fue devuelta al océano pacifico
y navegó orgullosamente con la bandera nacional en el mástil de honor, siendo
recibida en Valparaíso con los vítores navales. Continuo en servicio hasta el
año 1885 cuando fue definitivamente dada de baja de la armada.
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